miércoles, 30 de mayo de 2007

El tiempo...no perdona.

De un tiempo a esta parte me estoy dando cuenta de que me hago mayor.

Ya cuento con 28 años. "Tan sólo 28"-dicen algunos-. El caso es que, últimamente, no veo más que señales de que el tiempo comienza a correr sin tregua.

Todo comenzó este verano. Quedé con unos amigos para ir a ver un partido de la selección española a un bar. A la vuelta cogí el metro que iba atestado de adolescentes hormonados. Gritaban, saltaban, reían, se sentían fuertes arropados por la fuerza del grupo. En uno de los saltos un adolescente me dio un topetado, pero yo me sonreí porque, después de todo, no hace tanto tiempo que yo hacía lo mismo. El adolescente me miró un poco circunspecto y dijo: perdone. Coño, ¿perdone? Era la primera vez que un adolescente me trataba de usted.

Ahí empezó el declive. Llegué a casa, me armé de valor y me atreví a mirarme en el espejo la coronilla que todo el mundo dice que tengo y que yo me empeño en decir: Eso es un remolino muy fuerte, que me lo dice el peluquero cada vez que voy a cortarme el pelo. Obviamente aquello no es un remolino, sino una calva incipiente y preocupante. Ahora la achaco al estrés que sufro en el trabajo, pero lo cierto es que voy a tener que empezar a cuestionarme si ha llegado la hora de comenzar a pensar si seré uno de esos calvos sexy que tan de moda están ahora.

Pero, en menos de una semana, he sufrido tres, sí, sí, tres ataques a mi juventud de los que no se cómo podré reponerme. Todo comenzó el viernes pasado.
1) Estaba en un cumpleaños de gente JOVEN (de 23 a 35 años aprox.). Fuí al servicio y le pedí permiso a una chica para que me dejara pasar. "oh, discúlpeme" -dijo-.
2)Ayer fuí a jugar al fútbol. Habíamos alquilado el campo por dos horas, pero a la media hora mi gemelo dijo basta. Me tuvieron que sacar entre dos compañeros a la sillita la reina. Y yo, que he sido deportista durante toda mi vida, me sentí viejo. Viejo y, lo que es peor, humillado.
3) Sin duda la más grave. Estaba trabajando hoy y decidí irme a echar un cigarrito -más por el escaqueo que por el placer de fumar-. Una señora de unos 65-70 años caminaba con paso cansino. Cuando llegó a mi altura se paró, me miró, yo la miré como diciendo ¿si?, porque pensé que iba a preguntarme algo, y entonces me dice: "Es usted muy guapo" y ha arqueado las cejas de manera insinuante. Sólo he podido balbucir un tímido gracias, debatido entre la desazón y el pánico de estar tan viejo que sólo guste a las viejunas.


Ay...............................

domingo, 27 de mayo de 2007

Descubrimientos...

Cuando era pequeño no había ducha en mi casa. Esta particularidad me hizo descubrir cosas muy rápidamente.
Mis abuelos tenían un piso Alcorcón. Ellos vivían en Madrid y mis padres mi hermana y yo podíamos disponer de aquel piso los fines de semana. íbamos a ducharnos y a que mi madre pusiera unas lavadoras (que tampoco teníamos). Un sábado por la tarde, cuando yo tendría 5 ó 6 años, mis padres y mi hermana se fueron a dar una vuelta, pero yo preferí quedarme en la calle con unos amigos (estas cosas que antes se hacían con los niños y que ahora serían motivo de cárcel para padres imprudentes). Mis amigos se subieron a sus casas y yo me quedé en la calle. El tiempo pasaba y mi familia no regresaba. Rompí a llorar porque empecé a fabular que algo malo les había ocurrido y me había quedado sólo en la vida (aunque mi máxima preocupación era cómo me iba a volver desde Alcorcón a Madrid). Seguramente fuera una media hora, pero a mí me parecieron 5.847 horas lo que tardaron en volver. Cuando lo hicieron, me abracé a ellos y juré que nunca más en mi vida me separaría de mis padres. Dicho y hecho: aquel día desarrollé una tremenda ansiedad de separación y me convertí en el típico niño que no podía separarse de sus padres hasta que ya fue talludito.
Descubrí que la mente del ser humano es muy extraña y decidí hacerme psicólogo.

Con 4 años me apuntaron a Kárate. Yo pensaba que era porque es lo que hacían todos los niños, pero la realidad es que la necesidad agudiza el ingenio y mi madre urdió un plan sin precedentes: como el gimnasio era de unos vecinos, no nos cobraban por dar clase. Así que mi madre invirtió un poco de dinero en un par de kimonos -uno mi hermana y otro para mí (aunque recuerdo que mis primeras clases las hice con el pantalón del uniforme escolar hasta que lo estallé por el culete), y así tendríamos ducha tres días en semana. Estuve muchos años rogándole a mi madre que me borrara. Me aburría, me hacían daño y, lo más importante, mi madre nunca me dejaba ir al cumpleaños de ningún niño del cole, porque eran los viernes y había que ir a kárate aunque lo cierto era que lo que había que hacer era ducharse gratis. Finalmente acabé siendo cinturón negro primer dan y campeón de España.
Descubrí que para mi madre el fin justifica los medios de todas, todas; y que nunca sabes donde la vida te deparará tus mayores alegrías.

En verano, que no había kárate, mi padre me llevaba con él a las casas de baño. Esto es un sitio muy extraño: es como un gran hangar mugriento, oscuro y sórdido, lleno de duchas. Sólo había indigentes y los pocos inmigrantes que pudiera haber cuando éramos pequeños. Me sentía protegido por mi padre, que actuaba con total seguridad en aquel ambiente hostil, pero lo que más me gustaba de aquel lugar era que sólo costaba una peseta y a mí me parecía increíble poder entrar a un sitio por menos de lo que costaba un chicle, y hacer uso de sus instalaciones. Un año, al volver al cole después de las vacaciones, le conté esta historia a uno de mis mejores compañeros de clase que era de los que llevaba zapatillas de marca. Me miró como con asco y nunca más volvió a dirigirme la palabra.
Descubrí que lo barato sale caro y que sería difícil encontrar amigos de verdad.

He descubierto muchas más cosas en mi vida, pero ya os iré contando...

En fin...ciao a tutti...

viernes, 25 de mayo de 2007

Rubicundo

Según la RAE, en su segunda acepción, rubicundo significa lo siguiente:

2. adj. Dicho de una persona: De buen color y que parece gozar de completa salud.

y quizás esta sea una buena definición para mí, porque precisamente eso es lo que me sucede: que parezco gozar de buena salud. y es eso, que sólo lo parezco. Buen mozo y bien parecido, padezco de ese mal tan extendido en esta era que nos ha tocado vivir, y que se llama neurosis. Mi frase más recurrente: me da miedo...

Es como cuando todo te va bien, todo es estupendo y maravilloso; de repente te paras a pensar y te dices "uy, uy, uy, que esto no puede ser..., que algo va a tener que ir mal..., que algo raro va a pasar" y tantos otros pensamientos neuróticos sin base racional y que suelen ser más frecuentes en los demás de lo que uno pueda llegar a pensar.

Dicho esto, comentaré que elegí el nombre de Rub y Cundo, en base al humor, que como para tantas otras cosas, parece ser la mejor medicina.

Para ser el primero, me ha salido una chufa del carajo, pero nunca los inicios fueron fáciles, ¿o sí?

En fin...ciao a tutti.